domingo, 13 de febrero de 2011

Prisas

La vida sin amor no tiene sentido. Y mi vida no tiene amor, por tanto, carece de sentido. Axioma simple y claro donde los haya.
Y ahora intentaré evitar caer en el catastrofismo más absoluto y procederé a explicar lo inexplicable: por qué mi vida no tiene amor. Entendiéndose por amor el existente en todas sus formas en una relación de pareja. Muy sencillo, no tengo pareja. Obvio. Pero ¿por qué? Según mi entorno soy una chica más o menos guapa, inteligente, sociable, lista, simpática, resuelta, ni muy alta ni muy baja… de la media razonable. Y lo cierto es que llevo haciéndome esa pregunta del orden de cinco años ya y sigo sin obtener UNA respuesta concreta. Tan solo lucubraciones: ¿será que de cierta forma me he acostumbrado a estar sola y por eso soy más exigente de lo normal; será que me he vuelto escéptica y he perdido la confianza en el género masculino; será que hoy en día se lleva lo inmediato y lo superficial, con lo que no me siento identificada; será que cada vez es más difícil conectar con la gente, sobretodo en las grandes ciudades, donde prima el individualismo, el estrés, las prisas, la ansiedad y la falta de tiempo para relacionarte y darte a conocer a los demás y viceversa?…
Muy pocas personas se permiten el lujo de vivir de lunes a viernes. El ritmo de vida es frenético si tienes que madrugar, tardar una hora de media para ir al trabajo y otra para volver a casa, currar, hacer la compra, poner la colada, planchar, ducharte, cenar… y acostarte reventada para dormir hasta el día siguiente en el que se repite la misma historia. Y eso sin contar los hijos -quien los tiene-, cursos, masters y añadidos mil. Y de repente, te das cuenta de que ya nadie se para a mirar a su alrededor a PENSAR, a ESCUCHAR… a RESPIRAR. Y te falta algo. Y sientes ganas de GRITAR. Y tienes un vacío interior que necesitas llenar con urgentes dosis de cariño y comprensión. Que precisas de una válvula de escape para dar rienda suelta a tus sentimientos que se agolpan en tu pecho a punto de estallar. Y es entonces cuando te planteas tu existencia: ¿Merece la pena NO vivir? y la gran pregunta ¿Qué está fallando?



Aquellos que tenéis ese amor que tanto ansío encontrar sois muy afortunados y, aún más, los que sois capaces de conservarlo. Ardua tarea en estos tiempos que corren regidos por la banalidad.

Mis motivos

Escribir es lo único que me conforta. Para mi es un ejercicio de desahogo espiritual, de dar rienda suelta a mis sentimientos, una más que necesaria vía de escape a todo lo que llevo dentro, incapaz de transmitir solo con palabras. Es la manera perfecta que tengo, mi manera, para describir lo que siento; Mis emociones, mis sufrimientos y alegrías, mis sueños, mis anhelos, mis deseos, mis dudas, mis inquietudes, mis miedos, mis temores, mis ilusiones, mis esperanzas, mi desasosiego. Mis angustias. Mis frustraciones. Mis quiero y no puedo, mis decepciones. Mi desazón. Mis ansias de gritar, de ser escuchada, de expresarme, de ser entendida, de recíproca empatía, de compasión, de paralizar mi mundo y el mundo de alguien, de darle la vuelta, de movilizarlo, de sentirme viva, amada, querida, admirada, inquieta, nerviosa, frágil, maravillada, excitada, temblorosa y subordinada. Segura a la vez que insegura, esperanzada, ilusionada, seductora y sexy a la vez que torpe, pequeña y grande, revoltosa. De no pasar inadvertida, de no ser una más, de sentirme halagada, de encontrar mi lugar, de ser respetada, de valorarme, de reafirmarme en lo que soy, de sentirme orgullosa por ello. De no rendirme. De levantarme con fuerzas cada mañana, de no dejar de luchar, de seguir siendo valiente, de no desfallecer, de poder con todo y con mucho más, de comerme el mundo, de sonreírle a la vida, de reírme de todo. De creer en mí. De ser feliz, de no preocuparme, de no caer, de pensar en verde. De VIVIR.