viernes, 23 de septiembre de 2011

C

Y yo sé que no me convienes. Y aún así, caigo una y otra vez. Eres como una droga. Tóxico. Mi criptonita. A veces te amo. Otras te odio. Algunas solo despiertas mi indiferencia. Pero tu siempre regresas y yo siempre deseo volver a ti. Aléjate de mi... y no mires atrás. Nunca más.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Un día de esos

Hoy es un día de esos en los que te echo de menos. Un día de esos en los que desearía tener el coraje de confesarte abiertamente y sin rodeos, lo que siento por ti. Un día de esos, como tantos otros, en los que no me creo tan fuerte como para seguir negando mis sentimientos. Igual que tu. Pues tú sabes y yo sé que me quieres. Que te cuesta tanto como a mí asumir y reconocer que temes enfrentarte a la realidad. Que tienes miedo de lo nuestro.

s.XXI

No tengo cabida en esta sociedad. No me entiendo con los hombres, ni ellos conmigo, no me entiendo con las mujeres, ni ellas conmigo. No soy feminista, “soy machista”. Admiro a las señoras de antaño que se hacían cargo de la educación de sus hijos y eran las dueñas de la casa y sus maridos las respetaban, ya que si querían echar una canita al aire y realizar prácticas sexuales poco recomendables se buscaban la vida con las facilonas de turno, que siempre ha habido, y volvían al hogar para adorar y cuidar a su esposa, tratarla como a una reina y ponerla sobre un pedestal. Hoy en día la cosa es diferente. No solo no te tratan como a una reina sino que la facilona eres tu sin pretenderlo, ya que más vale seguirles el rollo en lo sentimental (por no decir sexual) porque, de lo contrario, corres el riesgo de que se te reconstruya el himen y nunca más vuelvas a sentir lo que es dormir junto a un hombre. Aunque dormir, ni eso ya… es más bien usar y tirar, ya que existen los que ni siquiera se toman la molestia de quedarse en la cama para abrazarte y hacerte compañía. Tan solo un poco de cariño, no pido más. Se largan -o te largan- en cuanto terminan con alguna excusa impersonal y atemporal haciéndote sentir sucia y culpable por haber caído en su juego, una vez más. Tu, que tan solo buscabas un poco de mimitos, experimentar la calidez y seguridad que se siente entre los brazos firmes de un hombre al rodearte y protegerte contra el mundo… Ayyy ingenua… Siempre cayendo en la misma trampa. Te vendes por un poquito de amor, autoengañándote, y encima sales pisoteada. Y cada vez es más profunda la desilusión y más difícil de cerrar la herida. Y te ves reconstruyendo tu autoestima, rejuntando uno por uno los pedacitos en los que se rompe, en cada nueva bofetada al alma. Y entonces te preguntas… ¿hasta cuándo va a durar esto? ¿¿seré capaz de soportarlo… una vez más?? ¿¿me podré fiar del siguiente??. Y miles de cuestiones sin respuesta que se suman a tus múltiples inseguridades infundadas a cada nuevo despropósito al que te enfrentas.